La Liturgias de los Fieles se puede dividir en las siguientes partes:
✞ Traslado de las Ofrendas de la Mesa de Preparación/Ofertorio al altar = LA GRAN ENTRADA.
✞ Preparación de los fieles a la consagración de las Ofrendas.
✞ Realización del Misterio de la Santa Comunión de los sacerdotes.
✞ Preparación de los fieles hacia la Comunión.
✞ Comunión.
✞ Agradecimiento por la Comunión y salida.
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LA GRAN ENTRADA
La Gran Entrada empieza con el Himno de los Querubines. Este himno nos une con el coro angelical, permitiéndonos representar místicamente a los querubines. No hace falta decir que este honor tenemos que ganarlo, dejando todas las preocupaciones terrenales aparte y teniendo toda nuestra mente en este sagrado sacrificio, no profanando al Rey de todos:
“… desprendámonos de las preocupaciones de esta vida…”
Los ángeles en el cielo se tapan las caras en este momento, con más
razón esperamos parados con temor y respeto el traslado de los dones al altar, para su sacrificio y consagración en Cuerpo y Sangre de nuestro Salvador.
Mientras el coro canta el himno de los Querubines, continúa el sacerdote sus intensas oraciones en silencio. Ora por sí mismo para ser digno de llevar a cabo este misterio y afirmando que el único Sacerdote de la Iglesia es Jesucristo:
“Porque eres Tú quien ofrece y quien es Ofrecido, Tú quien recibe y quien es distribuido, oh Cristo nuestro Dios…”
Las invocaciones adicionales con los Dones pueden variar según la tradición de la Iglesia, como recordando también los vivos y los difuntos.
Los fieles en ese momento ruegan a Dios que los recuerde a ellos, a sus seres cercanos y al prójimo en Su Reino.
El sacerdote entra al santuario, deposita el Cáliz y la Patena con las ofrendas del pan y del vino sobre el altar e inciensa los santos dones.
A más tardar con este incienso suben nuestras súplicas por nuestros vivos y difuntos que no recordamos antes de la Gran Entrada.
La Gran Entrada simboliza la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén antes de su Pasión…. acompañado de la multitud dando gritos de júbilo y “Hosanna”..…que en poco tiempo se cambiarían a “Crucifíquenlo” y su entrega voluntaria al sufrimiento y muerte en la Cruz.
Durante la procesión de la Gran Entrada: los ángeles que escoltan al Señor en su entrada gloriosa, los fieles presentes que según el Himno de los Querubines: “Nosotros que representamos místicamente a los querubines” lo acompañan con los difuntos, a quienes se recuerda en la oración durante la Gran Entrada… simbolizan palpablemente la participación de la completa iglesia.
Todos somos llamados a caminar con Cristo y seguirlo hacia el sacrificio eucarístico.
Para que la ofrenda litúrgica sea genuina y verdadera, cada miembro de la Iglesia debería estar en sacrificio continuo con Cristo y llevar su cruz por el poder del Espíritu Santo. Sólo así lo “acompañamos” verdaderamente al sacrificio.
LAS LETANÍAS COMPLEMENTARIAS
Después de la Gran Entrada el sacerdote nos invita a prepararnos con él para poder ser dignos de conmemorar el sacrificio que ya empieza.
Por qué pedir y qué pedir?... que Dios sea misericordioso… por el sacrificio de Cristo, y que acepte a su pueblo la ofrenda que presenta, a pesar de sus pecados…. que Él les haga dignos de ofrecer los dones y, luego, de participar en la Santa Comunión con Dios… para que este pan y vino se conviertan en Cuerpo y Sangre del Señor… para que lleguemos al final del misterio y logremos una fusión con Cristo a través de la comunión… para nuestra paz y salvación… paz con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos… y por otras necesidades tanto terrenales como espirituales.
LLAMADO AL AMOR Y A LA FE
Para que la Divina Liturgia pueda continuar, los fieles han de cumplir con dos requisitos. Estos son las solemnes expresiones de AMOR y FE esenciales a la vida cristiana, y sin los cuales no puede haber ni ofrenda, ni comunión con Dios.
Por lo tanto, después de darnos la paz, desde el altar el sacerdote proclama: “Amémonos los unos a los otros, para que, en un mismo acuerdo, confesemos.”
Este llamamiento nos advierte que sin amor, que es la base de nuestra fe, no podemos confirmar juntos nuestra fe; ni puede haber comunión con Dios, pues Dios es Amor: 1 Juan 4: 8.
Jesucristo ha enseñado que toda la ley y los profetas del Antiguo Testamento dependen de los dos grandes mandamientos: amor a Dios, y amor al prójimo; y Él ha dado su propio mandamiento nuevo, que sus discípulos deben amarse unos a otro…,
… “como yo os he amado”.
Así en la Divina Liturgia, los cristianos son continuamente exhortados a amar. La expresión visible de este amor en la Divina Liturgia es el Beso de la Paz, que hoy en día sólo se da entre los miembros del clero concelebrantes. En tiempos pasados, este beso se daba entre todos los fieles presentes, clérigos y laicos. Sin este amor y su afirmación, la liturgia no puede proseguir.
Asegurándose que tenemos el amor y la fe necesaria, nos queda confesar nuestra fe, que hemos recibido con el bautizo.
Este es el próximo llamamiento del sacerdote…. el CREDO.
NOTA: CONTINÚA EL TEXTO DE LA DIVINA LITURGIA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO. Publicación de la Hermandad Ortodoxa “San Sergio” Buenos Aires 1998.
Himno de los Querubines:
C: Nosotros que representamos místicamente a los querubines y cantamos el himno tres veces santo a la vivificante Trinidad, desprendámonos de las preocupaciones de esta vida, .....
…. este himno se finaliza después de la Entrada.
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Sacerdote en voz baja:
Nadie que esté ligado por los deseos y placeres de la carnee es digno de venir a Ti, de acercársete y de servirte, oh Rey de la Gloria: porque servirte es algo grave y temible para las mismas potestades celestiales. Pero en tu inefable e inconmensurable amor por el hombre, te has hecho hombre sin cambio ni alteración y te has convertido en nuestro Sumo Sacerdote; y Dueño de todas las cosas, nos has confiado la realización sagrada de este sacrificio litúrgico e incruento. Solo Tú, Señor nuestro Dios, dominas sobre todas las cosas celestiales y terrenales; llevado en un trono de Querubines, Señor de los Serafines, Rey de Israel, solo Tú eres Santo y reposas en el santuario. Te suplico pues, a Ti, el único bueno y bondadoso, que inclines tu mirada sobre el pecador y el indigno servidor que soy yo, purifica mi alma y mi corazón de todo pensamiento malo y dame la fuerza, por el poder de tu Espíritu Santo, de permanecer revestido de la gracia del sacerdocio ante esta tu santa mesa, y de consagrar tu Cuerpo santo y sin mancha y tu preciosa Sangre. Vengo a Ti inclinando la cabeza y te suplico que no apartes de mí tu Rostro, y no me rechaces de entre tus hijos, mas vuélveme digno, pecador e indigno que soy, de ofrecerte estos dones. Porque eres Tú quien ofrece y quien es ofrecido, Tú quien recibe y quien es distribuido, oh Cristo nuestro Dios; y te glorificamos con tu Padre que es sin principio y tu Santísimo Espíritu, bueno y vivificante, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Elevando las manos, dice tres veces:
Nosotros que representamos místicamente a los querubines y cantamos el himno tres veces santo a la vivificante Trinidad, apartémonos de las preocupaciones de esta vida.
El sacerdote, recitando el salmo 50, inciensa el altar, la mesa de preparación, el altar, el iconostasio, el pueblo y entrando de nuevo en el altar besa el antimins, y se dirige a la mesa de Preparación.
Después de incensar los Dones, sale en procesión por la puerta Norte hasta las Puertas Reales y vuelto hacia el pueblo, dice las conmemoraciones solemnes. Estas conmemoraciones son más largas o cortas, según la tradición de la Iglesia.
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LA GRAN ENTRADA
Sacerdote en voz alta:
Que el señor Dios se acuerde en Su Reino de nuestro Obispo N………, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
De este país y de los que lo gobiernan, el Señor se acuerde el Señor Dios en su Reino en todo tiempo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Que el señor Dios se acuerde de todos vosotros, fieles, en su Reino en todo tiempo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
El coro finaliza de cantar el Himno de los Querubines:
C: Amén. ….. para recibir al Rey de todos, invisiblemente escoltado por legiones angélicas. Aleluya, Aleluya, Aleluya.
El Sacerdote entra con los Dones al altar y los coloca sobre el antimins y los inciensa mientras dice oraciones en voz baja.
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LAS LETANÍAS COMPLEMENTARIAS
S: Completemos nuestra oración al Señor.
C: Señor, ten piedad.
S: Por los preciosos dones que son ofrecidos, oremos al Señor.
C: Señor, ten piedad.
S: Por este santo templo, por los que entran con fe, piedad y temor de Dios, oremos al Señor.
C: Señor, ten piedad.
S: Para ser librados de toda aflicción, enemistad, peligro y necesidad, oremos al Señor.
C: Señor, ten piedad.
S: Socórrenos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh Dios, por tu gracia.
C: Señor, ten piedad.
S: Que todo este día sea perfecto, santo, apacible y sin pecado, pidamos al Señor.
C: Concédenos Señor.
S: Un ángel de paz, guía fiel, guardián de nuestras almas y de nuestros cuerpos, pidamos al Señor.
C: Concédenos Señor.
S: El perdón y la remisión de nuestros pecados y de nuestras transgresiones, pidamos al Señor.
C: Concédenos Señor.
S: Lo que es bueno y útil para nuestras almas y la paz para el mundo, pidamos al Señor.
C: Concédenos Señor.
S: Terminar en paz y arrepentimiento el tiempo restante de nuestra vida, pidamos al Señor.
C: Concédelo, Señor.
S: Un fin cristiano, sin dolor, sin vergüenza, apacible, y nuestra justificación ante su temible trono, pidamos al Señor.
C: Concédenos Señor.
S: Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Soberana, la Madre de Dios y siempre Virgen María y a todos los Santos, encomendemos nosotros mismos, los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo Dios.
C: A Ti, Señor.
Sacerdote en voz baja…… Oración de la Ofrenda:
Señor Dios todopoderoso, Santo Único, que recibes el sacrificio de alabanza de los que te invocan de todo corazón, acepta también nuestra oración de pecadores y llévala a tu santísimo altar. Concédenos ofrecerte los dones y los sacrificios espirituales por nuestros pecados y las ignorancias de tu pueblo. Y haznos dignos de hallar gracia ante Ti, para que nuestro sacrificio te sea agradable y que tu Espíritu de gracia, en su bondad, descienda sobre nosotros, sobre estos dones y sobre todo tu pueblo.
Sacerdote en voz alta:
Por la misericordia de tu Hijo único con el que eres bendito, así como tu Santísimo Espíritu, bueno y vivificante, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
C: Amén.
S: Paz a todos.
C: Y a tu espíritu.
S: Amémonos los unos a los otros, para que, en un mismo acuerdo, confesemos.
C: Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Trinidad consubstancial e indivisible.
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Si te has perdido alguna parte de esta serie:
Parte 1:
Parte 2:
Parte 3:
Parte 4:
Parte 5:
Parte 6:
Parte 7:
Parte 8:












Cristo esta entre nosotros, mil gracias por compartir esta valiosa lectura