Liturgia de los fieles (Oblación hasta la Consagración)
La Divina Liturgia. Parte 12
Parados con temor frente al misterio entrante, con corazones elevados al Señor y acciones de gracias a Dios… la oración del canon eucarístico sigue con la Oblación.
El temor en este caso no se trata de miedo, sino de profundo respeto y reverencia a todo lo que sucederá a partir de este momento.
La oración de la OBLACIÓN = del SACRIFICIO; es una serie de oraciones del sacerdote silenciosas y muy profundas, seguidas de un llamamiento en voz alta.
Está compuesta en 35 secciones: 8 (= diálogo introductorio, L-11) y 27 (= ofrenda) que terminarán después de la consagración.
ANAMNESIS
La oración eucarística sigue con la atención puesta en aquel único Hombre y aquella Noche única, en que el Hijo Divino se entregó a Sí Mismo como alimento para los fieles, como sacrificio por la vida del mundo.
Estamos en este momento en la Liturgia con Jesús en su última cena:
ÉL nos ofrece el Pan y el Vino por medio del celebrante.
Este fue el su mandato en la última cena:
comer su Cuerpo y beber su Sangre.
Recordamos este mandato salvador; y también todo lo que ha sido hecho para nosotros: el sufrimiento, la Cruz, el Sepulcro, la Resurrección al tercer día, la Ascensión a los cielos, la Entronización a la Diestra del Padre, así como la Segunda y Gloriosa Venida.
Con cada Liturgia no recordamos este acto, sino que lo REPETIMOS,
estamos presente en la última cena…. que honor….. si estamos espiritualmente preparados para ello.
Siguiendo al acto de sacrificio conmemoramos “la promesa del Padre”, como Cristo lo dijo: “la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la conversión de los pueblos”.
Cumpliendo este mandato, y con confianza en Dios, el sacerdote invoca al Espíritu Santo para la consagración de los dones, clamando:
“Lo tuyo de lo tuyo, te ofrecemos por todo y para todo”.
Estas palabras proclaman que todo lo que se ofrece al Padre ya le pertenece, pues cada criatura y la creación entera son Suyas.
Los cielos y la tierra ahora son reunidos y llenos de la gloria de Dios.
Los tiempos pasados y los tiempos venideros ahora están unidos.
La Cena, la Cruz, la Tumba, la Resurrección, la Ascensión, el Reino que ha de venir… todos se unen en el momento eucarístico de la Divina Liturgia.
El ser humano está con Dios en una santa comunión que “no es de este mundo”. Los límites del tiempo y del espacio, son destruidos.
Los pecados de los seres humanos son perdonados en Cristo, su naturaleza mortal es restaurada a la inmortalidad original con Dios.
Su humanidad creada ahora se llena de la Divinidad increada de la Santísima Trinidad.
Lo único que aún queda es sellar esta acción mediante la
invocación del Espíritu de Dios.
La anamnesis es seguida inmediatamente por la Epiclesis, lo que literalmente significa la invocación; es decir, la oración a Dios el Padre para que pueda enviar el Espíritu Santo sobre la iglesia y los dones presentes y que a través de Él se:
transformen los dones en el precioso Cuerpo y Sangre de Cristo…
… que no se consume ni disminuye.
Así, el Espíritu Santo es aquel por cuyo poder en el misterio (sacramento) de la Sagrada Eucaristía se produce la presencia real de Cristo. La Santa Trinidad se manifiesta como en el día de la Epifanía.
EPÍCLESIS….CONSAGRACIÓN
La Iglesia Ortodoxa considera que la oración para la venida del Espíritu Santo es una parte esencial de la Divina Liturgia.; y así lo expresa en su oración, que el Espíritu Santo está siempre “presente en todas partes y todo lo llena”.
La invocación del Espíritu Santo en la Divina Liturgia es la solemne afirmación de que todo lo bueno y positivo que hay en la vida, es logrado por el Espíritu de Dios.
El sacrificio era pan y vino……
el Sacrificado es el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Cristo MISMO, el Sacrificado, está ahora presente con nosotros en la Eucaristía.
El misterio es invisible, sólo lo podemos ver con los ojos de la fe.
El sacerdote se asemeja a San Simeón, que tuvo a Cristo en sus brazos.
Ya no hay ofrenda, ni pan, ni vino, sino que CRISTO, el MISMO que estaba delante de Poncio Pilatos, que aceptó y soportó burlas, corona de espinas, dolores, crucifixión y sepultura por nuestra salvación, está ahora presente; la MISMA sangre que derramó en la Cruz; el MISMO Jesús de la Última Cena está en la Cena de Gracia = Eucaristía; el MISMO que resucitó, ascendió a los cielos, que está sentado a la diestra del Padre y que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. ¡¡Qué bendición!!
San Juan Crisóstomo dice:
“entre el Cristo de la última cena y el Cristo del misterio de la Eucaristía = Liturgia, no hay ninguna diferencia; sólo hay extensión de tiempo y lugar”.
“Este es mi cuerpo…. esta es mi sangre… haced esto en mi memoria”.
Cristo no nos hubiera pedido este mandato, sin antes mandarnos el poder necesario para poder hacerlo… el ESPÍRITU SANTO.
Al recibir los apóstoles este Espíritu vivificador, continúa la gracia en el sacerdote a través de su ordenación sacerdotal y sucesión apostólica.
El sacerdote en la iglesia, por consiguiente y a través del Espíritu Santo, es un instrumento del eterno Sacerdote eterno Jesús y un co-celebrante de los Ángeles.
Es el Espíritu Santo quien, por medio de las manos, y oraciones fervientes de los sacerdotes, el que consagra los misterios.
El sacerdote representa a los fieles presentes… sus manos son nuestras manos.
Antes esta realidad tan sagrada, notamos la importancia de que nuestra presencia espiritual sea digna de ser representados en la Santa Liturgia.
Después de todas estas oraciones de gracias y a través de la obra del Espíritu Santo estos dones son ahora consagrados; en consecuencia, el misterio es concluido y realizado; como clama el sacerdote:
“He aquí que el místico sacrificio, ya completo, es escoltado. Acerquémonos con fe y anhelo, para ser partícipes de la vida eterna. Aleluya.”
✠
NOTA: CONTINÚA EL TEXTO DE LA DIVINA LITURGIA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO. Publicación de la Hermandad Ortodoxa “San Sergio” Buenos Aires 1998.
LA OBLACIÓN
Sacerdote en voz baja…… Oración de la Oblación
Digno y justo es cantarte, bendecirte, alabarte, darte gracias y adorarte en todo lugar de tu dominio. Porque eres un Dios inefable, incomprensible, invisible, inescrutable, eterno e siempre el mismo. Tú y tu Hijo unigénito y tu Espíritu Santo. Tú nos sacaste de la nada al ser; nos has levantado, a nosotros que estábamos caídos, y no has cesado de obrar hasta que nos has elevado al cielo y nos has hecho don de tu Reino venidero. Por esto Te damos gracias a Ti y a tu Hijo unigénito y a tu Espíritu Santo; por todos los beneficios conocidos o desconocidos por nosotros, manifestados o escondidos derramados sobre nosotros. Te damos gracias también por esta liturgia, que Te has dignado recibir de nuestras manos, aunque tengas para servirte a miles de arcángeles y miríadas de ángeles, querubines y serafines, de seis alas, de ojos numerosos, volando en las alturas.
Sacerdote en voz alta:
Cantando, clamando, gritando el himno triunfal y diciendo:
Durante esta exclamación el sacerdote toma el asterisco con la mano derecha y hace un signo de la cruz en la patena, tocando ligeramente con cada brazo un lado de la patena. Deposita el asterisco sobre el altar, después de haberlo plegado.
SANCTUS
C: Santo, santo, santo es el Señor Sabaoth, llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en Nombre del Señor. Hosanna en las alturas.
ANAMNESIS
Sacerdote en voz baja…… Prosigue la Oración de la Oblación.
Con estos poderes bienaventuradas, Soberano que amas al hombre, nosotros también exclamamos y decimos: Eres santo y Todo Santidad, Tú y tu Hijo Único y tu Espíritu Santo. Eres santo y Todo Santidad, y magnífica es tu gloria. Tanto amaste a Tu mundo, que diste a tu Hijo unigénito para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. El cual, habiendo venido y cumplido su misión para con nosotros, en la noche en que fue entregado, o más bien, en que se entregó́ a Sí mismo por la vida del mundo, tomando el pan en sus santas, purísimas e inmaculadas manos, dándote gracias, habiéndolo bendecido, santificado y partido lo dio a sus santos Discípulos y Apóstoles, diciendo:
El sacerdote muestra el Pan con la mano derecha y dice en voz alta:
S: Tomad, comed, este es mi cuerpo, que es partido por vosotros, en remisión de los pecados.
C: Amén.
Sacerdote en voz baja……
Igualmente, tomó el cáliz después de la cena, diciendo:
El sacerdote muestra el cáliz.
S: Bebed todos, esta es mi Sangre, la Sangre de la nueva alianza, que es derramada por vosotros y por muchos, en remisión de los pecados.
C: Amén.
Sacerdote en voz baja……
Conmemorando pues este precepto salvador y todo lo que ha sido hecho por nosotros: la Cruz, la sepultura, la Resurrección al tercer día, la Ascensión al cielo, estar sentado a tu derecha, el segundo y glorioso Advenimiento.
Sacerdote en voz alta:
Lo tuyo de lo tuyo, te ofrecemos por todo y para todo.
EPICLESIS….CONSAGRACIÓN
C: Te cantamos, te bendecimos, te damos gracias, Señor y te suplicamos, oh Dios nuestro.
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