EL PADRE NUESTRO: Primera parte
La Divina Liturgia: Parte 14
El valor de esta oración es incalculable, porque nos fue entregada por el mismo Jesucristo y fue orada por nuestra Virgen María, los santos Apóstoles, Mártires, Padres y por los cristianos hasta hoy.
El Padrenuestro es la oración más recitada tanto en los servicios litúrgicos como en las oraciones privadas.
En los oficios litúrgicos diarios se recita 16 veces y en la Gran Cuaresma 22 veces por día y debe ser parte de nuestra oración diaria.
Ya desde el siglo II d.C. se recomienda que se rece tres veces al día.
San Cipriano añade otros dos momentos: a la salida y a la puesta del sol.
Por San Cirilo de Jerusalén (386) sabemos que esta oración se encontraba en el servicio de la Divina Liturgia justamente, como hoy, antes de la Comunión.
En las traducciones vemos algunas diferencias en ciertas palabras, debido a algunas traducciones traducen literalmente, otras dan el significado simbólico; pero ambos casos, no presentan problemas teológicos.
Durante esta explicación se discutirá cada punto y caso con más detalles.
El Padrenuestro se divide en:
una invocación, siete peticiones y una glorificación.
La Invocación se dirige a nuestro Padre celestial.
+ Las primeras tres peticiones reconocen la autoridad del Padre, hablan de las cosas celestiales y por ello son tres.
+ La petición cuarta es para nuestras necesidades espirituales y corporales.
+ La quinta petición es el perdón; un factor indispensable para la salvación.
+ La sexta y séptima petición, pide ayuda celestial para no pecar.
* Se termina glorificando a Dios. En nuestra Iglesia es el sacerdote el que invoca esta glorificación, a la que confirmamos con nuestro: Amén.
La invocación de Dios como “Padre”, nos recuerda que somos sus hijos, pero es también una gran responsabilidad, ya que debemos vivir dignamente como quiere nuestro Padre Celestial.
Jesús dijo:
Lucas 6:36: « Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso».
Mateo 5:48: « Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto».
Cristo nos ensenó que nuestra relación con Dios es como de padre a hijo, tratándonos a todos IGUAL. No hay joven y viejo, pobre y rico, sano y enfermo, etc…. hay igualdad entre los hermanos.
¿Porqué padre "NUESTRO” y no Padre “mío”? ….
…. Porque Jesús nos enseña a orar como miembros de una familia, que oran uno por el otro.
Las palabras “yo”, “mi” o “mío” no se encuentran en esta oración; no hay lugar para el egoísmo en el corazón de quien reza el Padre Nuestro.
Al invocar al Padre que está en los Cielos, un cristiano testifica la Presencia de Dios y que su verdadera patria no está en la tierra, sino en el cielo; por eso nuestra mente debe guiarse hacia “arriba”, donde está nuestra meta y patria celestial.
Colosenses 3:1: Si, pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Sabemos que Dios está en todo el universo, pero hay un sitio en el que está el Trono de Dios, el lugar santísimo; y este es el cielo al que se refiere la oración al decir: “que estás en los cielos”.
Para resaltar más esta grandiosidad, las Escrituras hablan de «los cielos de los cielos», como en:
Job 11:7 y 8…. “He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener: ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?”.
San Juan Crisóstomo…. «… lo de los Cielos, cuando se dice no significa que se limita a Dios en el Cielo, sino que eleva al que ora desde la tierra a lugares superiores”.
Aunque en algunos idiomas predominó la traducción “en el cielo”, el texto original de esta oración es en plural: “en los cielos”.
Con nuestras oraciones, de ninguna manera podemos santificar el nombre de Dios, ya que es SANTO.
Más bien, rogamos que su nombre sea "santificado en nosotros”.
¿Y como lo santificamos?
No sólo de boca y palabras, sino que también con nuestras obras y hechos, con una vida cristiana, “imitando” al Padre celestial.
En el Padrenuestro, la palabra santificado es sinónimo a glorificado.
San Juan Crisóstomo:
“…Dios posee por sí mismo la plenitud de toda gloria y no tiene necesidad de ser glorificado por sus criaturas; sin embargo, él recomendó pedir que sea glorificado con nuestra vida, porque ello nos beneficia”.
“… Glorificar el nombre de Dios, nos protege del peligro de venerarnos a nosotros mismos con una falsa gloria que no nos pertenece”.
“… Es una muestra de perfecta sabiduría mostrar a todos los hombres el ejemplo de una vida inmaculada, de manera que, cada persona que nos vea dé por esto gloria a nuestro Señor”.
San Gregorio Palamás: “Cuando los hombres se alaban a sí mismos no pueden glorificar a Dios. Sin embargo, el hombre se glorifica verdaderamente cuando glorifica a Dios”.
Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Según los Santos Padres sobre esta súplica: “venga a nosotros tu Reino” … el Reino viene a nosotros como un don de la gracia divina del Espíritu Santo, especialmente a través de los sacramentos.
Para san Mateo, el Reino de Dios ya se hace presente en la persona de Jesús, que comienza en la tierra.
El Reino de Jesucristo comenzó con su resurrección y ascensión.
Muchos Santos podían y pueden hablar con Cristo, la Virgen, los ángeles, y los santos.
Esta luz divina de la transfiguración de Cristo que ven los santos es la experiencia del Reino de Dios en ellos.
Lucas 17:21…. “… porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”…
… PERO tenemos que pedir este Reino y trabajar para ser dignos de recibirlo. El Señor nos enseña que pidamos que venga “este” Reino.
Cuando Dios reina en el hombre, este se libera, se pacifica, descansa espiritualmente y se santifica; por lo contrario, el hombre está expuesto a la esclavitud del diablo a través de las pasiones.
San Juan Crisóstomo pedía a los cristianos que vivieran en perfecta vida cristiana, para que antes de pasar a la Vida Eterna vivieran el Reino de Dios en la tierra…. que se convierta la tierra en cielo = en el Reino de Dios.
Otro significado para “venga a nosotros tu Reino”, es la súplica que el Señor venga por segunda vez y establezca su reino de forma final.
Para esto tenemos que estar muy preparados, si queremos ser escogidos a su diestra.
¿Cómo viene el Reino a la tierra?
¡Cuando pedimos que se haga Su voluntad y la ejecutamos!
La "VOLUNTAD” de Dios no es algo dictado por Dios desde su trono.
Dios respeta nuestra decisión en libertad, pero su deseo es que nos volvamos a Él, para cumplir la salvación del mundo.
Jesús nos quiso llamar a una participación activa en el Reino; pedimos la gracia, para ser capaz de comprometernos a cumplir con nuestras obras la voluntad de Dios.
San Juan Crisóstomo: «…dignifícanos para que no hagamos Tu voluntad a medias, sino siempre plenamente como Tú quieres».
La voluntad egoísta separó al hombre de Dios, le apartó del paraíso y se convirtió en la causa de todos los males. Si el hombre no renuncia a su voluntad egoísta y no acepta la Santa Voluntad de Dios, no puede sanarse de esa grave enfermedad.
Toda la vida estamos confrontados con la lucha entre hacer “mi voluntad” o “Tu voluntad”.
Mientras el hombre cumpla su propia voluntad, no podrá encontrar el verdadero descanso interior, pero cuando cumple la voluntad de Dios se reconcilia con Él y se pacifica.
Ésta es la paz de Cristo: la superior, la de arriba, la que pedimos en la Divina Liturgia y nos da el sacerdote.
Los Santos Padres dentro de su lucha espiritual y experiencia dicen:
«Obediencia es vida, desobediencia es muerte».
Por esto la petición “hágase tu voluntad” se compara con la invocación:
AMÉN.
Aunque se acostumbró decir: “hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”; la traducción correcta del original es: en los cielos como en la tierra.
Primero viene el Cielo y después la Tierra.
La sucesión es importante, como lo veremos más tarde en el punto: “Perdona nuestras deudas…”.
Si te ha perdido alguna parte de esta serie:








