Viernes Santo
Este es un día clave en la liturgia cristiana, y es el único día en el año, en el que no se celebra la Santa Liturgia, ya que el Señor se ofreció a Sí Mismo como sacrificio.
Este día es el más estricto de la Cuaresma.
En los servicios de Viernes Santo conmemoramos los sufrimientos del Salvador en la Cruz, Su Muerte que, voluntariamente aceptó por nosotros y Su funeral y la Confesión Salvífica hecha por el agradecido ladrón crucificado con Él.
Los Oficios son largos en su mayoría, pero el objetivo es que sintamos el cansancio y participemos, aun con lo más mínimo, en lo que soportó el Señor. Tratemos de sumergirnos en la atmósfera de sobrecogimiento ante la tumba de Cristo con profundo agradecimiento ante Su gran Amor a nosotros, pagando con Su vida nuestra salvación.
La iglesia ortodoxa no lamenta la Crucifixión, sino que la glorifica, por ser la acción salvadora.
“Destruyó a la Muerte por la muerte”….
por esto, la Cruz se convierte en un instrumento de victoria.
Salimos del templo el Jueves Santo llevando Su Dolor para regresar en la mañana del viernes, y continuar celebrando a este Cristo crucificado presente para todos.
En la Mañana del Viernes Santo celebramos el Oficio de las Horas Reales, que es un seguimiento de las etapas de aquél día, desde que Jesús fue colgado sobre la Cruz hasta lo que aconteció después de Su Muerte.
En la Oración de las Vísperas, bajamos al Señor de la Cruz, como lo hicieron José y Nicodemo.
Una vez retirado Jesucristo de la Cruz se lleva a la mesa altar donde se encuentra ya el epitafio. La mesa del altar simboliza ahora el Gólgota.
El epitafio en sí, es una tela bordada con la imagen de Cristo envuelto en un sudario preparada para el entierro.
Cerca del final del servicio, se lleva el epitafio en una procesión solemne precedido por velas e incienso hasta una mesa preparada en medio del Templo, que representa el Sepulcro de Cristo, así simbolizando Su entierro.
Una vez colocado el epitafio se decora con muchas flores, que se reparte a los fieles al venerar a Cristo en la Tumba. Con la conmemoración del Epitafio contemplamos “la Providencia cumplida con la Muerte.”
Con el tercer oficio de este día Viernes Santo, los Maitines del Sábado alabamos con los himnos fúnebres el misterio de la Muerte de Jesús.
A continuación el Epitafio se lleva en una procesión seguido por los fieles alrededor del templo, al canto de “Santo Dios...” en conmemoración del descenso de Jesucristo al infierno y Su victoria sobre el Hades y la muerte.
Luego, es traído de vuelta a la iglesia y llevado a través de las Puertas Reales al Altar como un símbolo de que el Salvador permaneció inseparable de Dios Padre, y que con su sufrimiento y muerte Él nuevamente abrió las puertas del Paraíso.
Así terminamos este día con Cristo en el Sepulcro y esperando su Resurrección al tercer día…. el camino a la Resurrección y la salvación pasa por el Gólgota.