Los Sacramentos o "Misterios"
Sacramento procede de la palabra latina sacramentum, que significa "cosa o acto consagrado", es decir, "algo sagrado". Es una traducción del griego mysterion, que significa "misterio". Así, en la Iglesia Ortodoxa, un Sacramento es un Misterio Santo. Esto se debe sencillamente a que en su raíz se encuentra el misterio de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, su relación con Dios Padre y Dios Espíritu Santo, y su relación con cada uno de nosotros. Estas son cosas que nunca entenderemos, porque la esencia y el poder de Dios están mucho más allá de nuestra comprensión.
En la Iglesia Ortodoxa, los sacramentos son formas de participar en la gracia divina de Dios. Consideramos que todo lo que está en y es de la Iglesia es sacramental, porque el Espíritu Santo actúa a través de todo lo que ocurre dentro de la Iglesia. Y todo lo que hace el Espíritu Santo nos concede la gracia. Normalmente, la Iglesia nombra siete sacramentos particulares:
Bautismo
El bautismo nos introduce en la Iglesia. A través de este Misterio, pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo. Cuando el sacerdote nos sumerge tres veces en las aguas (en nombre de la Trinidad), morimos a las viejas costumbres del pecado. Nuestros pecados son perdonados, y nacemos de nuevo a una nueva vida en Cristo.
Cristo mismo, sin la necesidad del bautismo para la remisión de pecados, nos da el ejemplo, siendo bautizado por San Juan el Bautista.
Siguiendo la costumbre de la Iglesia primitiva, fomentamos el bautismo de los niños porque creemos que el bautismo da testimonio de la acción de Dios de elegir a un niño para que forme parte de Su pueblo. Desde el día del bautismo, los niños, con la ayuda de su familia y de la Iglesia, crecerán y madurarán en la vida del Espíritu.
Los adultos que deseen convertirse en ortodoxos podrán experimentarlo si no han recibido previamente un bautismo en el nombre de la Trinidad.
Crismación
La Crismación (llamada Confirmación en la tradición católica romana) sigue inmediatamente al bautismo. Los ortodoxos suelen considerar este santo sacramento como nuestro "Pentecostés personal", porque es a través de este Misterio como recibimos el don del Espíritu Santo por medio de la Iglesia.
En la Crismación, el sacerdote unge varias partes del cuerpo del recién bautizado con el Óleo Santo. El óleo es un signo de fortaleza y consagración a Dios. La crismación subraya que cada persona es un miembro valioso de la Iglesia, incluidos los niños. Además, pone de relieve que el Espíritu Santo bendice a cada uno de nosotros con ciertos dones y talentos. La unción también nos recuerda que nuestros cuerpos son valiosos y están implicados en el proceso de salvación.
Después del Bautismo y la Crismación, los recién bautizados suelen recibir la sagrada comunión, especialmente los niños. Nunca hay un momento en que los jóvenes no formen parte del pueblo de Dios.
Eucaristía
La Sagrada Comunión, a menudo llamada Eucaristía (acción de gracias en griego), es el Sacramento de los sacramentos en la Iglesia Ortodoxa. Participamos de la Eucaristía en cada Divina Liturgia. A diferencia de la mayoría de los demás cristianos, creemos que el pan y el vino utilizados en este Sacramento se convierten literalmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Cordero Eterno de la Pascua. Sin embargo, a diferencia de los teólogos católicos romanos, no usamos términos como transubstanciación para tratar de explicar cómo es esto, pues como bien hemos explicado anteriormente, se trata de un misterio, inexplicable para nuestra mente racional.
Este Sacramento es posiblemente el más importante en la vida de la Iglesia por varias razones. En primer lugar, la Eucaristía nos pone en comunión con Cristo. A través de esta comunión con Cristo, podemos progresar hacia la Theosis (salvación) y la vida eterna en el Reino de Dios. En segundo lugar, nos proporciona una fuente de fuerza para la vida y nos da el perdón de nuestros pecados. Cuando se recibe con la debida preparación, arrepentimiento y ayuno, la comunión nos reúne en la comunión del pueblo de Dios, su Iglesia, separándonos de las fuerzas del mal en este mundo.
Dado que participar de la Sagrada Comunión es una confirmación de nuestra unidad en la Fe, sólo los cristianos ortodoxos bautizados en regla pueden recibir la Eucaristía en nuestras iglesias. Esto ofende a otros cristianos occidentales, pero no debería. ¿Por qué? Porque la comunión compartida no es el medio para la unidad, sino la expresión de esa unidad.
Confesión
Cuando pecamos, nos alejamos de Dios, de nuestros semejantes y de nosotros mismos. La Penitencia (o Confesión) es el Misterio a través del cual recibimos el perdón de Dios por nuestros pecados. Después de confesar nuestros pecados, nuestra relación con Dios y con los demás se restablece y se fortalece. En esencia, volvemos a la plenitud de nuestro estado bautismal, renovados en Cristo. A través de este Sacramento, Cristo continúa curando a los quebrantados de espíritu y devolviendo el amor del Padre a los perdidos.
La iglesia anima a la frecuente confesión, especialmente importante como preparación para la eucaristía, para recibir los Santos Dones (Cuerpo y Sangre de Cristo).
Santa Unción
La Unción de los Enfermos (Santa Unción) es el sacramento de curación física y espiritual de la Iglesia Ortodoxa. Nos recuerda que cuando sufrimos, Cristo está presente con nosotros a través del ministerio de su Cuerpo, la Iglesia. Él está entre nosotros para ofrecernos fuerza para afrontar los retos de la vida, e incluso la proximidad de la muerte.
Al igual que en la Crismación, el clero utiliza el óleo en este Sacramento como signo de la presencia, la fuerza y el perdón de Dios. La Iglesia ofrece la unción a todos los enfermos de cuerpo, mente o espíritu, no sólo a los que están cerca de la muerte. Después de leer siete lecciones de la epístola, lecciones del Evangelio y oraciones dedicadas a la curación, el sacerdote unge el cuerpo con el óleo. La Iglesia Ortodoxa celebra este Misterio para todos sus miembros el Miércoles Santo durante la Gran Cuaresma y en los momentos que sea necesario.
Matrimonio
Mediante el sacramento del santo matrimonio de la Iglesia, Dios (a través del sacerdote) une a un hombre y a una mujer como marido y mujer. (Nota: esto difiere de la práctica católica romana, en la que el hombre y la mujer se confieren el sacramento mutuamente, sirviendo el sacerdote sólo como testigo). En el matrimonio, entran en una nueva relación con Dios, con la Iglesia y entre sí. Una relación centrada en el amor mutuo y la abnegación.
Según las enseñanzas ortodoxas, el matrimonio no es simplemente una institución social o un contrato legal. Es una vocación eterna del Reino de Dios que se prolonga desde esta vida hasta el siglo venidero, como paralelismo al matrimonio de Cristo con su iglesia. El Espíritu Santo llama a los esposos a compartir juntos su vida cristiana en todos los aspectos. Cada uno, con la ayuda del otro, crecerá más cerca de Dios. Por lo tanto, no cualquiera puede casarse en una iglesia ortodoxa. Debe asegurarse de que usted y su cónyuge cumplen ciertos requisitos antes de que un sacerdote pueda oficiar su matrimonio.
A pesar de la naturaleza eterna del matrimonio, la Iglesia permite por misericordia que las viudas, los viudos y los divorciados se vuelvan a casar. Sin embargo, la Iglesia desaconseja estos segundos (y en casos muy raros, terceros) matrimonios, tal y como las escrituras los expresan.
Ordenación
El Espíritu Santo preserva la continuidad de la Iglesia Ortodoxa a través del Sacramento del Orden. A través de la ordenación, hombres elegidos dentro de la Iglesia son llamados a servir como pastor, maestro y representante de la parroquia. Cada uno de ellos es también un icono viviente de Cristo entre su pueblo.
Siguiendo la costumbre de la Iglesia Apostólica, hay cuatro órdenes principales del ministerio de la Iglesia, tres de las cuales tienen sus propias ordenaciones especiales:
Obispo
Sacerdote
Diácono
Laico
El obispo es un sucesor de los Apóstoles, que solía ser el celebrante principal de la Divina Liturgia en la Iglesia primitiva. A medida que la Iglesia crecía, los obispos nombraron sacerdotes y diáconos para atender las parroquias en su nombre. Cada uno de estos ministerios tiene sus propias responsabilidades. Por ejemplo, sólo un obispo puede ordenar a otros al Diaconado o al Sacerdocio.
La Iglesia sólo ordena hombres para ser diáconos, sacerdotes u obispos. Ella permite que los hombres se casen antes de acceder a las Sagradas Órdenes, pero no después. Esta práctica se remonta al período más antiguo de la historia de la Iglesia. Sabemos que algunos de los Apóstoles (los primeros "sacerdotes" de la Iglesia) estaban casados. San Pablo también enseña que los clérigos deben ser "marido de una sola mujer". Además, los Concilios Ecuménicos 5º y 6º afirman que "si alguien quiere contraer matrimonio legal con una mujer antes de ser admitido al clero como subdiácono, o diácono, o presbítero antes de la ordenación, que lo haga" (canon 6º). El mismo canon también dice: "ningún... diácono o presbítero en absoluto, [después de la ordenación] tiene permiso para contraer una relación matrimonial por sí mismo; si se atreviera a hacerlo, que sea depuesto de su cargo".
Desde el siglo VI, los obispos son elegidos entre el clero célibe. Nótese que la Iglesia Ortodoxa no tiene mujeres sacerdotes, porque el sacerdote es una imagen de Cristo, que era varón.
Sin embargo, tenemos constancia de la figura de las DIACONISAS. En la Iglesia primitiva, las mujeres eran ordenadas diáconos al igual que los hombres. La Iglesia las ordenaba porque se consideraba impropio que los sacerdotes varones tocaran a las feligresas para bautizarlas o ungirlas (pues los que recibían bautizo y posterior unción, estaban desnudos). Esta práctica cayó en desuso cuando la sociedad empezó a cambiar y el tabú de que los hombres tocaran a las mujeres desapareció.
Algunas jurisdicciones de la Iglesia Ortodoxa siguen teniendo diaconisas, sobre todo en los monasterios femeninos.
Pero, la práctica más antigua y tradicional es no aislar estos siete de las muchas otras acciones en la Iglesia que también poseen un carácter sacramental. Algunas de estas actividades sacramentales son:
El servicio para la sepultura de los difuntos
Los ritos de la profesión monástica
La bendición de las aguas en Epifanía
La unción de un monarca
Estas actividades también contienen una combinación de signos externos visibles y gracia interna espiritual. Incluso las bendiciones de casas, campos, frutos, coches y animales domésticos tienen un carácter sacramental.
Los Sacramentos no sólo nos descubren y revelan a Dios, sino que también sirven para hacernos receptivos a Dios. Todos los Sacramentos afectan a nuestra relación personal con Dios y entre nosotros. El Espíritu Santo actúa a través de los Sacramentos. Nos conduce a Cristo, que nos une al Padre. Participando en los Sacramentos, nos acercamos más a Dios y recibimos los dones del Espíritu Santo. Este proceso de deificación, o Theosis, como lo denomina la Ortodoxia, no tiene lugar aislado de los demás, sino en el contexto de una comunidad creyente. Aunque los Sacramentos se dirigen a cada uno de nosotros por su nombre, son experiencias que implican a toda la Iglesia.
Los Sacramentos de la Iglesia Ortodoxa se componen de oraciones, himnos, lecciones bíblicas, gestos y procesiones. Muchas partes de los servicios se remontan a la época de los Apóstoles. La Iglesia Ortodoxa ha evitado reducir los Sacramentos a una fórmula o acción concreta. A menudo, toda una serie de actos sagrados conforman un Sacramento.
La mayoría de los Sacramentos utilizan una parte de la materia de la creación como signo externo y visible de la revelación de Dios. El agua, el aceite, el pan y el vino son sólo algunos de los muchos elementos que la Iglesia Ortodoxa emplea en su Culto. El uso frecuente de la materia de la creación nos recuerda que la materia es buena y puede convertirse en un medio del Espíritu (recordamos que en Génesis, en la creación, Dios hizo y vio que era bueno). Y lo que es más importante, afirma la verdad central de la fe cristiana ortodoxa: que Dios se hizo carne en Jesucristo y entró en medio de la creación, reorientando así el cosmos hacia su vocación de glorificar a su Creador.
Los sacramentos tienen un aspecto exterior y otro interior. Juan Crisóstomo dice: "Vemos una cosa y creemos otra". Los Sacramentos de la Iglesia son a la vez símbolos y portadores de la Gracia Divina.