Sábado Santo
El Sábado Santo está apretado entre la tristeza del viernes y la alegría del domingo de Resurrección. Es el único sábado en el año litúrgico con un ayuno tan estricto.
Cristo se anunció como Salvador para aquéllos que no tuvieron la suerte del anuncio antes de su Encarnación, trasladándolos a la Vida Eterna y destruyó el poder del diablo; para que su Resurrección se manifieste en toda su fuerza salvadora.
Por esta razón este Sábado Santo se considera:
Himno de maitines:
” Descendiste a la tierra para salvar a Adán; y al no encontrarlo, Soberano,
descendiste al infierno buscándole”.
Los creyentes ortodoxos en Jerusalén, suelen llevar el Santo Fuego directamente después de recibirlo al cementerio, donde los sacerdotes elevan un pequeño responso en las diferentes tumbas.
El Evangelio de hoy es el Anuncio de la Resurrección, Mateo 28: 1 – 20, pero todavía se conserva el ayuno.
En el Altar, en toda la iglesia y las vestimentas del sacerdote, se reemplazan de color luto por blancas; y el sacerdote arroja sobre los fieles el laurel anunciando que nuestro Salvador ha vencido y que, por su Cruz, ya somos vencedores.
La Liturgia de hoy tiene también algo especial, ya que es combinada con las Vísperas. Se leen lecturas del Antiguo Testamento, que contienen todas las anunciaciones y profecías de la salvación de la humanidad a través de la Pasión y Resurrección de Jesucristo.
En la iglesia primitiva los catecúmenos recibían en este día el bautismo y se revestían de una túnica blanca, que simboliza un estado de pureza lograda en Cristo.
Por eso cantamos en la liturgia de Gálatas 3: 27:
“Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo”.