Este día lo estableció la madre Iglesia como recuerdo a todos los cristianos difuntos el sábado anterior a la fiesta de Pentecostés.
Con el descenso del Espíritu Santo, cincuenta días después de la Resurrección, finalizó simbólicamente la “etapa” de la salvación humana; pero como en esta salvación también participan los difuntos, la Iglesia dedica este día a recordarlos y a orar por ellos.
San Basilio el Grande, que compuso las emotivas oraciones de la Víspera de Pentecostés, dice que el Señor ese día se digna a recibir la oración por los difuntos.
En el sábado antes de Pentecostés, recordamos que el Espíritu Santo es fuente de vida y santidad, por eso solicitamos la gracia del Espíritu Santo para el consuelo y descanso de las almas de nuestros difuntos.