Lunes, Martes y Miércoles Santo
A partir del lunes de Semana Santa, la Iglesia se adorna con la tristeza sin que le sea ausente la alegría de la esperada Resurrección.
Todavía estamos, en el período del arrepentimiento…. que nos hace dignos de la participación de la Pascua del Señor en Su tránsito de la Muerte a la Vida.
Este oficio constituye una sola unidad litúrgica trayendo a la mente los acontecimientos que se anticiparon a la pasión y se celebra, en la tarde que precede el día.
Este servicio Matutino lleva el nombre de “Oración del Novio”, ya que la Iglesia es la Novia de Cristo y su misión es revelar y anunciar la llegada del Novio.
El término novio subraya la intimidad del amor de Cristo hacia nosotros, comparando el reino de Dios a una cámara nupcial.
Con la abstinencia y el ayuno, la Iglesia nos recuerda aquí tres virtudes que no deben faltar en nuestra búsqueda de la Resurrección:
Este pasaje de la higuera que Jesús maldice nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos; cada alma se parece a tal higuera si no da fruto espiritual.
Si al fin de nuestros días el Señor viene a buscar el fruto que espera de nosotros por los muchos beneficios recibidos de Él y encuentra que solamente tenemos hojas, es decir aparentamos pero estamos vacíos de buenas obras, nuestra situación será como la de la higuera. Él dejará que se marchite y la enviará al fuego eterno.
Ya será muy tarde de dar frutos de las virtudes y aprovechar de las gracias que Dios nos dio. El hombre responde a Dios, dando frutos espirituales.
Si nosotros damos buenos frutos, ayudaríamos a nuestros hermanos a crecer espiritualmente también.
Las vírgenes prudentes y las insensatas son nuestras almas que se enfrentarán al Juicio Final para entrar o no en el Reino de los Cielos, a pesar de su fe.
Aquí Cristo simboliza Su Segunda Venida, como del Novio que viene a la casa de la Novia (nuestras almas) durante el ritual de la boda. Según la antigua costumbre, después del oficio del compromiso matrimonial, el novio con familiares y amigos se dirigía a la casa de la novia, quien esperaba al novio con sus mejores galas, rodeada de sus amigos.
La ceremonia nupcial solía tener lugar de noche, para que los amigos de la novia pudieran encontrarse con el novio con lámparas encendidas. Debido al tiempo incierto de la llegada del novio, los que esperaban almacenaban aceite adicional en caso de que las lámparas se quemaran. La novia, con el rostro cubierto por un tupido velo, el novio y todos los participantes en la solemnidad se dirigían a la casa del novio entre cantos y música.
Se cerraban las puertas, se firmaba el contrato matrimonial, se pronunciaban “bendiciones” en honor del novio y la novia, la novia se descubría el rostro y comenzaba la fiesta nupcial, siete días para una doncella o tres días para una viuda que se vuelve a casar.
En esta parábola, la fiesta de las bodas es el Reino de los Cielos, donde los fieles se unirán al Señor para la vida eterna.
La espera del esposo es toda la vida terrenal del hombre, preparándose para el encuentro con el Señor.
Las puertas cerradas de la cámara matrimonial no admiten a los que llegaron tarde, es decir, a los que murieron antes del arrepentimiento y la enmienda.
El aceite en la Sagrada Escritura suele ser una imagen del Espíritu Santo y el aceite que faltaba a las vírgenes necias es “la adquisición de la gracia del Espíritu Santo”.
Según san Serafín de Sarov, no toda “buena obra” tiene valor espiritual; sino sólo aquellas “buenas obras” que se hacen en el nombre de Cristo. Muchas se hacen por vanidad, por halagar o sólo por la virtud, pero no por el fruto de la virtud, que es la gracia del Espíritu Santo.
“Este es el aceite en las lámparas de las vírgenes sabias que podía arder larga y brillantemente, y estas vírgenes con sus lámparas encendidas pudieron encontrarse con el Novio, que vino a medianoche, y pudieron entrar con él en la cámara de la alegría de la novia.
Pero las necias, aunque fueron al mercado a comprar un poco de aceite cuando vieron que sus lámparas se apagaban, no pudieron regresar a tiempo, porque la puerta ya estaba cerrada”.
Esta parábola nos muestra que sólo el hombre que vive una vida según la voluntad de Dios y, por lo tanto, en consonancia con el Reino de los Cielos, lo justificará en el Juicio Final. Pero todos los cristianos “formales” que viven fuera del contacto con Dios y no se preocupan por su salvación, se preparan para el rechazo. “Nadie sube al cielo mientras solo vive”: enseña San Isaac el Sirio.
La mujer de la parábola era una adúltera, que dos días antes de la Pascua, estando Cristo aún en Betania, lo siguió y se reunió en casa de Simón el leproso para cenar.
¡Al contrario de todos los que venían a Jesús para ser curados de alguna enfermedad o liberados del demonio, esta mujer vino con un amor mezclado con un gran arrepentimiento para ser perdonada de sus pecados!
De alguna manera, esta acción de ungirlo con un valioso perfume, anunciaba lo que le iba a pasar a nuestro Señor Jesús, así que esta mujer se encontraba en la voluntad del Padre. Finalmente, Jesús avala su acción diciendo que esta acción, lejos de ser un error, iba a ser recordada por generaciones a través de la proclamación de este evangelio.
En este sentido, hoy hemos recordado la maravillosa historia de esta mujer que Mateo no menciona por nombre, pero que sus acciones de amor hacia Jesús quedaron registradas para eterna memoria de todos.
De igual manera, todo lo que nosotros hacemos para el Señor no es en vano, sino Dios sabrá recompensar a cada uno, según sus obras.
El misterio de la Unción de los Enfermos que nos ofrece nuestra iglesia es una fuente del Espíritu Santo que sirve no sólo para sanar el cuerpo, sino principalmente para sanar el alma. Según la comprensión ortodoxa, el pecado es una enfermedad espiritual que no solo tiene efectos mentales, sino también psicológicos y físicos.
El Mirón para este sacramento se bendice el Miércoles Santo por la noche con siete lecturas de los Apóstoles y siete lecturas del Evangelio en el Oficio de la Santa Unción.