La monástica Macrina, hermana de los santos jerarcas Basilio el Grande y Gregorio de Nisa, nació en Capadocia a comienzos del siglo IV. Su madre, Emilia, vio en un sueño a un ángel, que nombró a su hija aún no nacida como Tecla, en honor de la santa proto-mártir Tecla. Santa Emilia cumplió la voluntad de Dios y nombró a su hija Tecla. A otra hija que nació le pusieron por nombre Macrina, en honor a una abuela que sufrió durante el tiempo de persecución contra los cristianos bajo el emperador Maximiano Galerio.
Además de Macrina, en su familia había otros nueve hijos. La misma santa Emilia dirigió la crianza y educación de su hija mayor. Le enseñó a leer y escribir en los libros de las Escrituras y los Salmos de David, seleccionando aquellos ejemplos de los libros sagrados que instruyen sobre una vida piadosa y agradable a Dios. Santa Emilia enseñó a su hija a asistir a los servicios eclesiásticos y a hacer oraciones privadas. Asimismo, Macrina fue instruida en el conocimiento adecuado del gobierno doméstico y en varios oficios manuales. Nunca se la dejaba ociosa y no participaba en juegos infantiles ni diversiones.
Cuando Macrina creció, sus padres la comprometieron con un cierto joven piadoso, pero el prometido murió pronto. Muchos jóvenes buscaron casarse con ella, pero Macrina los rechazó a todos, habiendo elegido la vida de virginidad y no queriendo ser infiel a la memoria de su difunto prometido. La monástica Macrina vivía en la casa de sus padres, ayudándolos a cumplir las tareas del hogar como supervisora junto con los sirvientes, y cuidaba atentamente la crianza de sus hermanos y hermanas menores. Tras la muerte de su padre, se convirtió en el principal apoyo de la familia.
Cuando todos los hijos crecieron y dejaron la casa paterna, santa Macrina convenció a su madre, santa Emilia, de abandonar el mundo, liberar a sus esclavos y establecerse en un monasterio de mujeres. Varios de sus sirvientes siguieron su ejemplo. Habiendo tomado votos monásticos, vivían juntos como una sola familia, oraban juntos, trabajaban juntos, poseían todo en común, y en esta forma de vida nada distinguía a unos de otros.
Después de la muerte de su madre, santa Macrina guió a las hermanas del monasterio. Gozaba del profundo respeto de todos los que la conocían. La severidad consigo misma y la templanza en todo fueron características de la santa durante toda su vida. Dormía sobre tablas y no tenía posesiones. A santa Macrina le fue concedido el don de hacer milagros. Hubo una ocasión (contada por las hermanas del monasterio a san Gregorio de Nisa después de la muerte de santa Macrina), en la que curó a una niña de una afección en los ojos. Por las oraciones de la santa, en su monasterio durante tiempos de hambruna no hubo escasez de trigo necesario para el uso de las hermanas.
Santa Macrina murió en el año 380, tras un último suspiro de exaltadas oraciones de agradecimiento al Señor por haber recibido de Él bendiciones durante todo el curso de su vida. Fue sepultada en la misma tumba que sus padres.
Troparion (Tono 8)
En ti, madre, aquello que fue creado según la imagen de Dios fue manifiestamente salvado.
Pues al aceptar tu cruz seguiste a Cristo, y orando aprendiste a despreciar la carne, pues la trascendiste para cuidar de tu alma inmortal.
Por eso, con los ángeles se regocija tu alma.
Kontakion (Tono 4)
Amaste al buen Dios con todo tu corazón, y, tomando su preciosa Cruz sobre tus hombros, le seguiste con celo.
Por eso, has hallado el perdón de las ofensas.