La vida de los Santos: San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla
Conmemorado el 13 de noviembre (26 de noviembre)
San Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla y uno de los Tres Jerarcas Ecuménicos (junto con San Basilio el Grande y San Gregorio el Teólogo, conmemorados el 30 de enero), nació en Antioquía alrededor del año 347, en el seno de una familia de un comandante militar. Su padre, Secundo, falleció poco después del nacimiento de su hijo. Su madre, Antusa, viuda a los veinte años, no buscó un segundo matrimonio, sino que dedicó todos sus esfuerzos a criar a su hijo según los preceptos de la piedad cristiana. El joven estudió con los mejores filósofos y retóricos. Sin embargo, despreciando las disciplinas vanas del conocimiento pagano, el futuro jerarca se dedicó al estudio profundo de las Sagradas Escrituras y a la contemplación en oración. Desde su juventud, Juan mostró una inclinación espiritual intensa y un deseo de consagrarse a la vida monástica. Sin embargo, obedeció las súplicas de su madre, quien le pidió que no ingresara a la vida monástica mientras ella viviera, lo que retrasó su decisión.
San Melecio, obispo de Antioquía, amaba a Juan como a un hijo, lo guiaba en la fe y, en el año 367, lo bautizó. Tres años después, Juan fue nombrado lector en la iglesia. Más adelante, cuando San Melecio fue exiliado por el emperador Valente en el año 372, Juan y Teodoro (quien posteriormente sería obispo de Mopsuestia) estudiaron bajo la guía de los experimentados presbíteros Flaviano y Diodoro de Tarso en la vida ascética. Diodoro, de gran erudición, tuvo una especial influencia sobre el joven.
Cuando la madre de Juan falleció, él abrazó el monaquismo, al que llamó la "verdadera filosofía". Pronto, Juan y su amigo Basilio fueron considerados para ocupar sedes episcopales, pero ambos decidieron retirarse al desierto para evitar tales responsabilidades. Sin embargo, San Juan, rechazando humildemente la dignidad de arzobispo, ayudó en secreto a la consagración de Basilio.
Durante este período, San Juan escribió sus "Seis discursos sobre el sacerdocio", una gran obra de teología pastoral ortodoxa. El santo pasó cuatro años en las labores de la vida eremítica, llevando una vida ascética bajo la guía de un experimentado maestro espiritual. Durante este tiempo, escribió tres libros titulados "Contra los adversarios de quienes abrazan la vida monástica" y una colección llamada "Comparación del monje con el emperador" (o "Comparación del poder imperial, la riqueza y el prestigio con la verdadera vida monástica amante de la sabiduría cristiana"). Estas obras reflejan profundamente el valor de la vocación monástica. Durante dos años, el santo mantuvo un completo silencio en una cueva solitaria. Sin embargo, su salud se vio afectada debido al rigor de su vida ascética, lo que lo obligó a regresar a Antioquía. En el año 381, el obispo de Antioquía, San Melecio, lo ordenó diácono. Los años siguientes los dedicó a redactar nuevos textos teológicos: "Sobre la Providencia" (dirigido a Estagirio, el asceta), "Libro sobre la Virginidad", "A una joven viuda" (dos discursos) y el "Libro sobre San Babilas y Contra Juliano y los paganos".
En el año 386, San Juan fue ordenado presbítero por el obispo de Antioquía, Flaviano, quien le encargó la tarea de predicar la Palabra de Dios. San Juan fue un magnífico predicador y, por su extraordinario talento con palabras inspiradas por Dios, recibió de su rebaño el título de "Boca de Oro" (Chrysóstomos en griego). Durante doce años, el santo predicó en la iglesia ante una multitud de personas, conmoviendo profundamente los corazones de sus oyentes, generalmente dos veces por semana y, en ocasiones, diariamente.
Con gran celo pastoral, San Juan buscó dar a los cristianos una mejor comprensión de las Sagradas Escrituras, recurriendo a la hermenéutica sagrada, la disciplina de explicar e interpretar la Palabra de Dios (es decir, la exégesis). Entre sus obras exegéticas se encuentran comentarios sobre libros completos de las Escrituras (Génesis, los Salmos, los Evangelios de Mateo y Juan, las Epístolas del Apóstol Pablo) y numerosos sermones sobre textos individuales de la Biblia. También escribió instrucciones para las fiestas, elogios a los santos y sermones apologéticos (contra los anomeos, los judaizantes y los paganos). Como presbítero, San Juan cumplió con gran dedicación el mandato de cuidar a los necesitados: bajo su dirección, la iglesia de Antioquía brindaba diariamente sustento a unas 3,000 vírgenes y viudas, sin contar a los enfermos, los errantes y los confinados en casa.
En el año 397, tras la muerte de Nectario, arzobispo de Constantinopla y sucesor de San Gregorio el Teólogo, San Juan Crisóstomo fue llamado desde Antioquía para ocupar la sede arzobispal en Constantinopla. Como arzobispo, implementó reformas radicales: redirigió los recursos de la iglesia al cuidado de los pobres y estableció hospitales y refugios para peregrinos. Su vida personal también fue un modelo de austeridad; comía y vestía con sencillez, evitando cualquier muestra de lujo.
La popularidad de San Juan entre los fieles contrastaba con la oposición que enfrentó de las élites, especialmente en la corte imperial. Sus sermones criticaban abiertamente la opulencia y los excesos, incluyendo los de la emperatriz Eudoxia. Este enfrentamiento culminó en su destierro en dos ocasiones. Su firmeza y su compromiso con la justicia lo llevaron a conflictos con figuras poderosas, pero su celo por la verdad nunca disminuyó. Sin embargo, esto le valió persecuciones, que finalmente llevaron a su exilio en el año 404. Tras varios sufrimientos, San Juan falleció en el destierro en el año 407, con las palabras "¡Gloria a Dios por todo!" en sus labios. Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla en el año 438.
Una de las anécdota relatadas sobre San Juan Crisóstomo y la aparición del apóstol San Pablo se sitúa en el contexto de su tiempo como patriarca de Constantinopla (398-404 d.C.), bajo el reinado del emperador Arcadio. Durante este periodo, San Juan era conocido por su celo en la interpretación de las Escrituras y por sus esfuerzos en reformar la moral y el clero de la ciudad.
Según la historia, mientras interpretaba las Epístolas de San Pablo, Proclo (su asistente y futuro Patriarca de Constantinopla) observó a un hombre anciano, calvo y similar en apariencia a las imágenes de San Pablo, dictándole al oído durante tres noches consecutivas mientras San Juan escribía sin descanso. Cuando se lo mencionó a San Juan, este declaró no recordar la visita de nadie. Proclo, al señalar una imagen de San Pablo, identificó al visitante como el apóstol. Este relato subraya la devoción de San Juan por las enseñanzas de San Pablo y la creencia en la inspiración divina en su obra interpretativa
Uno de los mayores legados de San Juan Crisóstomo es la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, la cual es celebrada hasta el día de hoy en la iglesia ortodoxa. Esta liturgia, con su profundidad teológica y espiritual, refleja su amor por la oración y su deseo de hacer accesible la comunión con Dios para todos los fieles.
La Iglesia celebra la memoria de San Juan Crisóstomo el 27 y el 30 de enero, y el 13 de noviembre.
Troparion (Tono 8)
La gracia que resplandece de tu boca como un faro ha iluminado el universo, ha mostrado al mundo las riquezas de la pobreza; nos ha revelado las alturas de la humildad. Enseñándonos con tus palabras, Oh Padre Juan Crisóstomo, ¡intercede ante el Verbo, Cristo nuestro Dios, que salve nuestras almas!
Kontakion (Tono 6)
De los cielos has recibido la gracia divina, y con tus labios enseñas a todos a adorar al único Dios en Trinidad, Oh Juan Crisóstomo, justo todo bienaventurado. ¡Con todo merecimiento te aclamamos, pues eres un maestro revelador de las cosas divinas!.