La vida de los Santos: Hieromártir Nazario, metropolitano de Kutaisi, Georgia, con los presbíteros mártires Germán, Hieroteo y Simón, y el archidiácono Besarión (1924)
Conmemorados el 14 de Agosto (27 de Agosto)
El metropolitano Nazario de Kutaisi-Gaenati nació en 1872 en el pueblo de Didi Jikhaishi en Imeretia. Sus antepasados pertenecían a una larga estirpe de clérigos, y el futuro metropolitano fue criado en la Iglesia desde los primeros años de su juventud.
Nazario (conocido en el mundo como José) recibió su educación en la Escuela Teológica de Kutaisi. En 1892 se graduó con honores del Seminario de Tiflis y comenzó a servir en la Iglesia, primero como diácono y más tarde (desde el 9 de febrero de 1893) como sacerdote. En 1904, después de una serie de tragedias personales (primero murió su esposa, luego sus dos hijas), Nazario fue tonsurado como monje. El 4 de noviembre de 1918 fue entronizado como Metropolitano de Kutaisi.
Los años 1922 a 1923 marcaron un período difícil en la historia de la Iglesia georgiana. Los bolcheviques arrasaron mil doscientas iglesias, destruyeron gran parte de la riqueza de la Iglesia, quemaron muchos manuscritos raros y persiguieron a los líderes espirituales—particularmente a los nacionalistas georgianos.
El 10 de febrero de 1921, tras la invasión del Ejército Rojo a Georgia, los tesoros de las catedrales de Sioni y Svetitsjoveli fueron llevados a Kutaisi para resguardarlos. El patriarca Leonid dio su bendición para que cuatro cajas de objetos sagrados fueran enterradas bajo el pórtico de la residencia del metropolitano Nazario, que estaba ubicada en los terrenos de la catedral de Bagrati.
Después de que los bolcheviques aseguraron su ocupación de Georgia, descubrieron dónde se habían enterrado los tesoros y arrestaron al metropolitano Nazario. Lo acusaron de agitar contra el gobierno y de ocultar las posesiones de la Iglesia. Durante el proceso judicial, al metropolitano se le preguntó para quién había escondido el tesoro, y él respondió: “¡Para la Iglesia y el pueblo georgiano!”
El tribunal sentenció a Nazario al castigo más severo—ejecución por un pelotón de fusilamiento—pero la sentencia fue posteriormente rescindida. Al final, los bolcheviques encarcelaron al jerarca y confiscaron sus pertenencias personales.
En abril de 1924 el metropolitano Nazario recibió amnistía y fue liberado después de dos años en prisión. Regresó a su diócesis, que atravesaba muchas pruebas. No se le permitió volver a su propia residencia, sino que se vio obligado a vivir con su hermano, mientras su antigua casa era transformada en un almacén.
El 14 de agosto de 1924, una delegación del pueblo de Simoneti acudió al metropolitano para pedirle que consagrara su iglesia local. A la hora señalada, el metropolitano llegó a Simoneti con su séquito y consagró la iglesia. Esa noche, un grupo de chekistas (agentes de seguridad soviéticos) irrumpió en la casa donde se alojaban el metropolitano Nazario y su séquito, los ataron y golpearon, y luego los arrastraron hasta el consejo del pueblo. Sin investigación alguna, la Troika (un consejo extraordinario soviético de tres jueces) sentenció a muerte al metropolitano Nazario y a otros cuatro clérigos—el presbítero Germán Jajanidze, el presbítero Hieroteo Nikoladze, el presbítero Simón Mchedlidze y el archidiácono Besarión Kukhianidze. Fueron ejecutados a tiros en el bosque de Sapichkhia.
En 1994, con la bendición del Catholicos-Patriarca Elías II, el pleno del Concilio Eclesiástico de la Iglesia georgiana resolvió unánimemente canonizar al metropolitano Nazario y a los clérigos que fueron martirizados con él. Al mismo tiempo, el concilio canonizó a todos los cristianos ortodoxos que, por su Fe y la independencia de su patria, se convirtieron en víctimas del régimen totalitario. Fueron proclamados como los “Nuevos Mártires de la Iglesia Georgiana.”
Troparion (Tono 4)
Tus santos mártires Nazario y los que estaban con él, oh Señor, por sus sufrimientos recibieron de Ti coronas incorruptibles, oh Dios nuestro.
Pues teniendo Tu fuerza, abatieron a sus adversarios y destrozaron la impotente osadía de los demonios.
Por sus intercesiones, salva nuestras almas.