San Gerásimo nació en Licia, en Asia Menor, a comienzos del siglo V. Desde su juventud se destacó por su piedad y fervor religioso. Su vocación monástica lo llevó a retirarse al desierto de la Tebaida en Egipto, donde vivió en oración y penitencia. Esta etapa de su vida fue fundamental para forjar su carácter ascético y fortalecer su fe.
Alrededor del año 450, San Gerásimo dejó Egipto y viajó a Palestina, donde se estableció cerca del río Jordán. En este lugar fundó una laura (una comunidad monástica organizada en torno a una iglesia principal con celdas para los monjes en sus alrededores). Esta comunidad llegó a reunir a unos setenta monjes, quienes vivían bajo una estricta regla monástica establecida por San Gerásimo.
Durante algún tiempo, San Gerásimo fue tentado por la herejía de Eutiquio y Dióscoro, quienes afirmaban que en Jesucristo solo existía la naturaleza divina, negando así su naturaleza humana (la herejía monofisita). Sin embargo, gracias a la intervención del gran asceta San Eutimio, San Gerásimo reconoció su error y retornó a la verdadera fe ortodoxa.
La vida en la comunidad monástica fundada por San Gerásimo era sumamente rigurosa. Durante cinco días de la semana, los monjes vivían en completa soledad en sus celdas, dedicándose únicamente a la oración y al trabajo manual, comiendo solo pan seco, raíces y agua. Durante esos días, no encendían fuego ni cocinaban alimentos. Los sábados y domingos, se reunían en el monasterio para participar en la Divina Liturgia y recibir la Sagrada Comunión. Después de esta celebración, los monjes regresaban a sus celdas llevando consigo una pequeña provisión de pan, raíces y un manojo de ramas de palma para tejer cestas. Cada monje poseía únicamente ropa vieja y una estera sobre la que dormía. Cuando abandonaban sus celdas, estas quedaban abiertas, de modo que cualquier viajero que pasara pudiera descansar o tomar lo que necesitara.
San Gerásimo se distinguió por su gran ascetismo. Durante la Gran Cuaresma, pasaba todo el tiempo en el desierto, comiendo únicamente al final de este periodo, en el día de la Santa y Gloriosa Resurrección de Cristo, cuando recibía la Santa Comunión. En estos periodos de retiro, su fiel discípulo, el Beato Ciríaco, a quien San Eutimio había encomendado a su cuidado, le acompañaba.
Uno de los episodios más conocidos en la vida de San Gerásimo es su encuentro con un león herido. El santo encontró al animal con una espina clavada en su pata, que le impedía caminar. San Gerásimo extrajo la espina y curó la herida del león, quien desde ese momento se convirtió en su fiel compañero. El león no solo permaneció cerca del monasterio, sino que también ayudaba a custodiar un asno que transportaba agua para la comunidad. Según la tradición, tras la muerte de San Gerásimo, el león, apesadumbrado, se acostó junto a su tumba y murió poco después. Por esta razón, en los iconos ortodoxos, San Gerásimo es representado con un león a sus pies.
Al momento de la muerte de San Eutimio el Grande, San Gerásimo tuvo una visión en la que contempló a los ángeles llevando el alma del santo hacia el cielo. Conmovido, San Gerásimo se trasladó de inmediato al monasterio de San Eutimio para dar sepultura a su venerable maestro.
San Gerásimo falleció pacíficamente, rodeado de sus discípulos y hermanos en la fe. Su legado espiritual perdura hasta hoy, y su vida continúa siendo un ejemplo de humildad, amor y dedicación total a Dios. El Monasterio de San Gerásimo del Jordán, que él fundó, sigue siendo un importante lugar de peregrinación en Tierra Santa.
Troparion (Tono 1:“Cuando la piedra fue sellada...”)
Oh ciudadano del desierto y ángel en el cuerpo, fuiste mostrado como un hacedor de milagros, oh portador de Dios, Gerásimo, nuestro Padre.
Recibiste dones celestiales mediante el ayuno, la vigilia y la oración, sanando a los enfermos y las almas de aquellos que acuden a ti con fe.
Gloria a Aquel que te fortaleció.
Gloria a Aquel que te coronó.
Gloria a Aquel que, a través de ti, obra sanación para todos.
Kontakion (Tono 4)
Encendido con el amor celestial, preferiste la severidad del desierto jordano a todos los placeres mundanos, así, un león te sirvió con obediencia y devoción hasta tu muerte, oh Padre; y luego, afligido, murió sobre tu tumba.
Por eso, Dios te ha glorificado.
Ruega a Él por nosotros, y acuérdate de nosotros, oh Padre Gerásimo.