Este acontecimiento muestra a Cristo Dios en su divinidad, para que los discípulos entiendan que su Pasión como Cristo Hombre fue voluntaria.
También muestra la posibilidad de nuestra propia Deificación, que es un proceso transformativo cuyo propósito es nuestra semejanza o unión con Dios.
Como dice San Atanasio de Alejandría:
"Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios".
Por supuesto esto se logra con el don del Espíritu Santo, viviendo una vida sagrada, libre de pecados.
Los primeros protagonistas son los profetas Moisés y Elías:
Los segundos protagonistas son los Apóstoles Pedro, Juan y Santiago:
Texto de la liturgia: “Tus discípulos contemplaron tu gloria, oh cristo Dios, para que viéndote luego crucificado, comprendiesen que tu pasión era voluntaria”.
Con la visión del Tabor, Jesús tenía como objetivo “quitar del corazón de estos tres discípulos selectos el escándalo de la Cruz” y “fortalecerles la fe”, ya que poco después lo acompañarían en la oración del huerto de Getsemani y serían testigos de su próximo juicio y humillante crucifixión.
Las palabras de Pedro “qué bien se está aquí”, expresan el bienestar interior que produce la visión; siente que contempla la gloria eterna y el esplendor divino de Jesús y tiene el natural deseo de hacerlo permanente: “Hagamos tres tiendas…”.
¿Cuál es la mística de esta Luz del Monte Tabor?
El rostro de Jesús “resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”.
Pedro, Santiago y Juan: no la soportan y caen “deslumbrados”, “aterrados” y “llenos de temor”.
En el icono, la figura de Cristo emana una luz increada; los luminosos rayos brotan notoriamente de su cuerpo, dominando la luz del sol.
Lo que el iconógrafo hace en pequeño, Dios lo realiza con nosotros en grande.
San Juan Damasceno afirma: que Cristo, al encarnarse ocultó el esplendor de su Divinidad y que tan sólo la reveló en Tabor por amor a sus discípulos.
Casi podría decirse que el verdadero milagro fue el permanente ocultamiento de su gloria.
En la Transfiguración, Cristo no se convirtió en lo que no era antes, sino que se mostró a sus discípulos tal cual era… Dios Hijo… reveló la Gloria de su naturaleza divina, durante el tiempo de su naturaleza humana.
Según san Juan Damasceno, la Transfiguración no implicó un cambio en Cristo; el cambio se produjo en el interior de los Apóstoles cuyos ojos fueron entonces capaces de ver a su maestro tal cual era, resplandeciendo con la luz eterna de su divinidad.
Muchos santos lograron este estado; grandes ejemplos son san Serafín de Sarov, cuya cara radiaba siempre y san Siluán (Silvano) «el Athonita».
Moises y Elías experimentaron también esta visión de Dios sobre el Sinaí y sobre el Carmelo, respectivamente.
En las Sagradas Escrituras y obras de Santos Padres, esta vivificante luz se describe como un estado interior obtenido por la oración, piedad religiosa y particularmente la Comunión de los Santos Misterios.
El hesicasmo es un método ascético-místico de oración mental y del corazón que usa el método y la práctica de la oración de Jesús y tiene una gran raíz en los monasterios del Sinaí y del monte Athos.
Muchos monjes y los contemplativos del monte Athos y otros lugares afirman que ellos también experimentan la presencia de la misma luz increada, que los envuelven y los hacen disfrutar de la gloria del Monte Tabor.
Troparion
Te transfiguraste en el Monte, oh Cristo Dios, revelando a los discípulos tu Gloria según pudieran soportarla.
¡Que tu eterna luz resplandezca sobre nosotros, pecadores!
Por la intercesión de la Madre de Dios, oh Dador de Luz, ¡gloria a Ti!
Kontakion
Te transfiguraste en el monte, oh Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu Gloria según pudieron soportarla; para que, cuando te viesen crucificado, percibieran que tu Pasión fue voluntaria y proclamaran al mundo que Tú eres verdaderamente el Resplandor del Padre.