Según nuestros Santos Padres, esta pequeña oración de penitencia, que nos acompaña a lo largo de todos los oficios de Cuaresma, incluye toda la Ortodoxia. Contiene el objetivo importante de nuestro ayuno y expresa todo el camino de esta conversión. Esta oración debería acompañarnos a lo largo de nuestra vida.
"San Efrén el sirio (306-373) fue uno de los padres de la iglesia más importantes que dieron forma al cristianismo. Es uno de los grandes escritores y poetas de himnos de su época, influyendo la literatura siríaco-aramea. Por eso también se le llama el "Arpa del Espíritu Santo".
La iglesia lo recuerda el 28 de enero. Provenía de una familia cristiana en Nisibis.... hoy Nusaybin en la provincia de Mardin en Turquía. Vivía sin bolsa, sin bastón y sin dinero. Su comida era avena y vegetales, su bebida era sólo agua.
Esta pequeña y sencilla oración, que va directo al corazón, contiene una precisa enumeración...
de los vicios que debemos combatir,
de las virtudes que debemos alcanzar para arraigarnos en la fe, y
pide el don de no juzgar a los demás, ya que el juzgar equivaldría al pecado de la soberbia y el orgullo.
De qué sirven todas las virtudes si el principal enemigo, el orgullo, sigue ahí. En definitiva, la oración es un programa de preparación para nuestros sentidos, alma y espíritu.
"Señor y Soberano de mi vida"... nos hace conscientes con Quién estamos hablando: nuestro Señor, Rey y Creador. Sin Su ayuda estamos indefensos contra el mal.
"Espíritu de pereza"... trae consigo una peligrosa pasividad e indiferencia, que quita cualquier motivación para "levantarse". Por lo tanto, este vicio es visto como la madre de todos los vicios porque falta la energía mental para deshacerse de los pensamientos pecaminosos.
San Juan Crisóstomo decía: “Todo se destruye con la inactividad. Porque hasta el agua se pudre cuando se detiene..."
"Espíritu de desaliento "... es un desánimo o abatimiento que surge como resultado de la inacción.
Los Santos Padres vieron esto como el suicidio del alma, porque el hombre no ve el sentido de la vida y ve todo negativo. Es absolutamente incapaz de ver la luz de la esperanza y menos de trabajar en sí para desearla.
"Espíritu de dominio"... si nuestra vida no está centrada en Dios, si Él no es nuestro Señor y Maestro, entonces nos convertimos en nuestro propio Señor y Maestro y toda gira alrededor de nosotros. Inevitablemente nos volvemos egocéntricos y egoístas.
Como resultado, estamos ciegos con nosotros mismos y creemos erróneamente que tenemos el poder de mandar, juzgar, subordinar y juzgar todo según nuestras ideas y gustos. Nos olvidamos de que somos siervos de Cristo.
“Espíritu de la inútil palabrería”... La Palabra es un don dado sólo al hombre, por eso los Padres vieron aquí el sello de la imagen divina en el hombre, pues Dios se revela en Cristo como el Verbo, el Logos, la Palabra. Hablar puede producir el bien; así como el mal si estamos lejos de Dios.
El Apóstol Pablo escribe:
"Ninguna palabrería salga de vuestra boca, sino hablad lo bueno, lo edificante y lo necesario, para que traiga bendición a los que lo escuchan". En el día del juicio daremos cuenta por cada palabra inútil que hemos hablado.
El evangelio nos dice: "Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado".
El lenguaje de Dios es el silencio, con el cual nos comunicamos con nuestro Señor y Maestro.
"Espíritu de castidad"... erróneamente reducimos castidad a su significado sexual. Pero la iglesia se refiere a la integridad del cuerpo y del espíritu que Cristo pone en nosotros. Es el desprendimiento, o la bien considerada separación del cuerpo en cualquier situación pecaminosa, junto con la disciplina de la mente para no caer en el pecado. Este dominio de sí y de las pasiones, no sólo pueden ser de carácter sexual.
“Espíritu de humildad”... La humildad es una de las virtudes más importantes que nos da el Espíritu Santo. Es la obediencia incondicional a la voluntad de Dios y al mismo tiempo es una fortaleza de carácter. La humildad nos muestra nuestras limitaciones, aun cuando reconocemos que no tenemos nada que no nos sea dado. Sólo los humildes reconocen la gloria, la grandeza, la bondad y el amor de Dios.
La penitencia, la contrición y muchas otras virtudes serían imposibles de practicar sin una profunda humildad. San Juan Clímaco dice: "Es un don de Dios mismo y un don que viene de Él".
"Espíritu de paciencia"... es una virtud divina, esta es la razón porque Dios una y otra vez acepta nuestro arrepentimiento. Cristo mismo, que soportó todas las maldades de los hombres, las debilidades de sus discípulos, se dejó escupir en el rostro sin quejarse y finalmente aceptó voluntariamente el sufrimiento y la crucifixión, mostró esa paciencia.
Las obras de los Santos Padres de la Iglesia atestiguan que sólo con gran paciencia y esfuerzo lograron alcanzar alturas espirituales.
San Juan Crisóstomo nos aconseja: "Tomemos como ejemplo a un atleta que se anima con la recepción de la corona de laurel y soporta con paciencia el calor y la sed".
"Espíritu de amor"... es la corona de todas las virtudes, que sólo Dios puede dar, porque Dios es amor.
El amor nos deja ver en cada persona la imagen de Cristo mismo. Este amor es la unidad de todas las personas en Cristo.
El apóstol Pablo subraya en su carta a los Corintios: "Si diera todos mis bienes a los pobres y no tuviera amor, de nada me serviría".
¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los demás? Tendemos a justificarnos juzgando... eso es soberbia y un gran peligro para todas las virtudes. El orgulloso no necesita ni a Dios ni al prójimo... pero sólo el Señor es el gobernante y juez de los hombres; nuestro deber es perdonar y orar por el otro. Como decían los Santos Padres, la soberbia es la fuente del mal y todo mal es soberbia.
La Iglesia no separa el alma del cuerpo. Todo el hombre: cuerpo y alma, se han apartado de Dios en su caída. El cuerpo participa en la oración del alma, así como el alma ora a través del cuerpo. Por lo tanto, la postración es una participación del cuerpo para expresar arrepentimiento, humildad, obediencia y adoración del alma. Las postraciones mayores y menores nos acompañan intensamente a lo largo de las oraciones litúrgicas de Cuaresma, pero son por excelencia un signo de penitencia que debe acompañarnos a lo largo de la vida.