Fiesta y Santo del primer día del año
La Circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo y San Basilio el Grande
Pero casi todo lo que sucedió en el Antiguo Testamento no era más que una sombra que prefiguraba el tema que estaba por venir. La circuncisión del
Antiguo Testamento era el prototipo del bautismo del Nuevo Testamento.
Cumpliendo la Ley escrita, Cristo la substituyó por el bautismo en su santa Iglesia, como proclamó el apóstol Pablo en Gálatas 6:15:
«Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación».
El bautizo es igualmente una señal que permanece para el resto de nuestras vidas como recordatorio de nuestra pertenencia al nuevo pueblo elegido, al nuevo Israel, al cristianismo.
Como cristianos, tenemos una nueva circuncisión: la circuncisión espiritual, sin la cual no perteneceremos al Reino de Dios.
El Señor Jesucristo habló muchas veces sobre esta circuncisión espiritual:
“Todo el que quiera seguirme, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme”….. es la negación de uno mismo.
Tenemos que cortar y circuncidar aquellos pensamientos y obras que nos alejan de Dios.
Ya mayor de edad fue bautizado en el río Jordán junto a Eublio, su antiguo profesor. San Basilio comenzó a pensar seriamente en la religión e impulsado a abandonar todo - por consejo de su hermana mayor Santa Macrina- decidió buscar a los más famosos santos eremitas en Palestina, Siria, Egipto y Mesopotamia, donde vivió como ermitaño con su amigo San Gregorio.
El arzobispo de Cesarea, Eusebio, hizo regresar a San Basilio del desierto y lo ordenó presbítero. En el puesto del presbiterado, San Basilio trabajaba mucho hasta el agotamiento. Predicaba todos los días, a veces dos veces por día.
Tras la muerte de Eusebio (año 370), San Basilio fue elegido como su sucesor. Como arzobispo tuvo una tensa y dura lucha con los arrianos, que negaban la Divina naturaleza de Cristo. San Basilio continuaba la labor de San Atanasio, que igual que él, era un irrompible pilar de la Ortodoxia.
El emperador Valente, un firme seguidor del arrianismo, trataba hasta en la iglesia, cuando San Basilio celebraba, de convencerlo tentándolo con diferentes promesas, si San Basilio se relaciona con los obispos inclinados al arrianismo. Luego, viendo su firmeza comenzó a amenazarlo con el secuestro de bienes, con destierro perpetuo y con la muerte.
Con coraje, San Basilio le contestó:
"No tengo miedo al destierro porque toda la tierra es del Señor; es imposible quitar los bienes a quien no tiene nada; la muerte es para mí un bien porque me unirá con Cristo por Quien vivo y trabajo.”
La resoluta negativa respuesta de San Basilio sorprendió al prefecto, que lo condenó al destierro. Sólo la inesperada enfermedad de su hijo hizo que suspendiera la sentencia y pidiera al Santo sus oraciones. Entonces los arrianos lograron que por lo menos fuese reducida la zona del arzobispo.
Tenemos otro testimonio de la firmeza de San Basilio: San Efrén de Siria. Guiado por inspiración divina, San Efrén llegó a la iglesia donde oficiaba San Basilio y quedó tan impresionado y motivado por todo lo visto y escuchado allí que expresó sus sentimientos en voz alta en su idioma sirio, llamando la atención de la gente. Esto sirvió para que entre San Basilio y San Efrén se estableciera una amistosa relación, lo que está demostrado en sus cartas.
Además de su gran defensa de la Ortodoxia contra el arrianismo, el arzobispo Basilio prestó, especialmente en los nueve años como arzobispo, otros grandes servicios a la Iglesia.
Con los bienes que había heredado de su madre - Santa Emmelia - organizó hospitales (germen de los modernos hospitales), hogares para los pobres y hospicios para extranjeros y viajantes.
No se detuvo ahí su caridad, puesto que durante las épocas de sequía y hambre en Cesarea, organizaba un vasto sistema de cocina ambulante que él mismo, resguardado con un delantal y cucharón, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.
Fue fundador de varios famosos conventos y creó las reglas de vida y de comportamiento de los monjes, las cuales siguen vigentes.
San Basilio también compuso numerosas oraciones de uso en la iglesia. Las más conocidas son las que se leen de rodillas en el día de Pentecostés (oración de Genuflexión).
Sus 300 cartas, numerosos escritos, libros y homilías, que han llegado hasta nosotros, manifiestan que San Basilio no sólo fue un gran teólogo sino también un gran científico en el dominio de las ciencias naturales.
Basilio mereció completamente el título «Magno». Los servicios litúrgicos se refieren a él como: «abeja de la Iglesia de Cristo, que trae miel a los fieles y con su aguijón ataca a los herejes».
El trabajo incesable, una penosa enfermedad y dolores del alma agotaron sus fuerzas terminando su vida alrededor de los 50 años, el 1 de enero del año 379. Paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.
San Gregorio Nacianceno, dijo en el día del entierro:
“Basilio santo nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.