Domingo de Santo Tomás
La iglesia ortodoxa dedica el segundo domingo de Pascua, que también se llama “el Domingo Nuevo”, a santo Tomás… uno de los doce discípulos del Señor.
Evangelio de San Juan 20:19 – 29:
“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
“Jesús resucitó” y se presenta con los signos de la Pasión y las marcas de las perforaciones en su cuerpo, aún existen, tal vez para sacar todas las dudas sobre su identidad: el que fue crucificado, estaba allí.
El Señor se presentó en medio de todos, y no fue una aparición exclusiva a Tomás. Quizás para mostrar, que, principalmente para aquellos de “poca fe”, la ayuda de la comunidad reunida, o sea la Iglesia, es esencial.
Tomás era llamado Dídimo que significa mellizo, pero nunca se menciona quién era su hermano mellizo. Después de la iluminación del Espíritu Santo el día de Pentecostés, santo Tomás predicó el Evangelio en Siria, Persia e India; donde sufrió el martirio. Los restos de Tomás fueron trasladados a Edesa el 394, siendo el primer traslado de reliquias martiriales en la historia de la iglesia.
Tomás aparece mencionado en todos los evangelios sinópticos y en los Hechos de los Apóstoles, pero es en san Juan donde tiene un mayor protagonismo:
Anima a los discípulos a acompañar a Jesús a Betania para resucitar a
Lázaro a pesar del peligro que corren. Juan 11, 16: “pero es Tomás quien
dice la última palabra: “Vamos también nosotros, para que muramos por él”
Aclara la incertidumbre de sus compañeros en la Última Cena. Juan 14: 5:
“Jesús asegura a sus discípulos que conocen el camino al lugar a donde Él va a ir.
Tomás, sin embargo, pregunta: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo,
pues, podemos saber el camino?". Jesús replica que Él es el camino, la verdad
y la vida, y que sólo a través de Él conocerán al Padre.”
Se le identifica como el apóstol incrédulo: Juan 20:25: “Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto
mi mano en su costado, no creeré.”. San Juan evita mencionar si Tomás llegó
a poner su mano en el costado.
Paradójico que un apóstol de Jesús sea recordado especialmente por su
”incredulidad”. Pero, gracias al escepticismo tan sincero y leal de Tomás, el Señor da una respuesta que servirá a los cristianos de todos los siglos y acercará a muchas personas a la fe: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
El Evangelio de hoy nos muestra que la disputa sobre la Resurrección de Jesús no se ha detenido con lo de Tomás pues, la experiencia de «acerca aquí tu dedo y examina» lamentablemente no ha cesado en la Iglesia; así quedando lejos de la bienaventuranza de los que «sin haberme visto han creído».
Según los “Hechos de Tomás”, apócrifo del siglo III, el apóstol era arquitecto, y fue invitado por Gondóforo, rey de la India, para que le construyera su palacio. Una vez que santo Tomás llegó a la India, Gondóforo puso a su disposición el tesoro real para que iniciara la construcción del palacio y permaneció ausente durante dos años. En ese tiempo, el apóstol repartió las riquezas entre los pobres y se dedicó a cristianizar a la población. Al encontrar esta situación a su vuelta, el rey mandó encarcelar al santo, pero lo liberó cuando su hermano Gad, recientemente fallecido, resucitó para informarle del magnífico palacio celestial que le había construido Tomás en el Paraíso, por su ayuda a los necesitados. Más tarde por haber convertido a la esposa y el hijo del prefecto de la ciudad india de Meliapur (Melipur), el apóstol santo fue encerrado en prisión, sufrió torturas y, finalmente el martirio, atravesado por cinco lanzas.
La exclamación de Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” tiene dos características:
La toma de decisión de santo Tomás de que, después de haber sido testigo
de la resurrección de Cristo; Jesús se vuelve nuestro único Señor. Por ello,
reiteramos en la Pascua esta oración: “Habiendo visto la resurrección de
Cristo, adoremos al Santo Señor Jesús ….. porque Tú eres nuestro Dios y
otro que a Ti no conocemos, y aclamamos Tu Nombre”. Es esta
afirmación, la única expresión en la Biblia que une los títulos de Señor y Dios.
El aspecto personal; Tomás no exclamó: “Oh Señor y Dios”, sino que
dijo: “Señor mío y Dios mío”. El Cristo viviente es ahora una realidad para
su vida.
Justamente esto afirma san Juan en su Evangelio, Juan 20: 30-31: …. “Y muchas otras señales (milagros) hizo también Jesús en presencia de Sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios; y para que al creer, tengan vida en Su nombre”. Amén.
Con esta conclusión clave y redentora termina san Juan, no sólo el capítulo 20, sino que también todo su Evangelio.