Desde el principio de la cuaresma la iglesia nos prepara gradualmente para entrar en la etapa de examinación de nuestras almas, viendo nuestras faltas, siendo conscientes que debemos cambiar y llegar al arrepentimiento.
En el segundo domingo de la gran cuaresma, la Iglesia conmemora a San Gregorio Palamás, un Santo que supo conectarse a Dios con todos sus pensamientos, almas y fuerza.
El hesicasmo es un movimiento místico-espiritual que ve la perfección del hombre en la unión con Dios a través de la oración continua y el silencio interior.
Desde su cuna en el desierto de Egipto, se expandió el hesicasmo a Sinai, al Monte Athos, a los monasterios hasta nosotros.
San Gregorio Palamás defendió en el siglo XIV esta práctica, que le dio la paz del corazón y la paz del alma bajo la gracia divina del Espíritu Santo.
Los hesicastas buscan el silencio absoluto del cuerpo y de la mente a través de la contemplación y la oración incesante y continua de la "Oración de Jesús":
La oración requiere: paz y silencio interior, sentimiento de las palabras de la oración, humildad, despreocupación de las cosas mundanas, pensamiento continuo en Dios con una oración continua, tal como dijo San Pablo a los Tesalonicenses:
San Gregorio Palamás tuvo que confrontar grandes debates entre sus adversarios, que sostenían la opinión de que la gracia no es un don creado que Dios nos otorga, así quedándose Dios ajeno en relación con ese don; y que la oración hesicástica consiste en la aplicación mecánica de una técnica destinada a producir resultados espirituales y de esta manera obligar a la gracia divina.
Después de muchos años de controversias y luchas, el concilio en el año 1351, puso un fin a estas disputas teológicas, adoptando finalmente la doctrina del PALAMISMO como doctrina oficial e incorporando sus principios al Sínodo de la Ortodoxia.
Esta unión con Dios, este puente tan difícil de construir, se logra a través de la práctica del hesicasmo, para que la Gracia de Dios nos purifique e ilumine.
Por esta razón, San Gregorio defendía el cuerpo como morada de la divina Luz:
“No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor 7: 19).
Confirmaba la posibilidad de poder ser partícipes de su naturaleza Divina, así:
“Dios se hizo hombre, para que el hombre se haga Dios”.
Esta es la Gracia que pedimos diariamente en la oración del Padre Nuestro:
“venga a nosotros tu Reino”.
La oración de Jesús se puede hacer en completo silencio, excluyendo cualquier otra actividad como lo hacen los monjes y monjas y /o integrándola en nuestra vida cotidiana para levantar el alma y unirnos a Dios en todo tiempo.
Esta oración tranquila, sencilla, humilde y continua, es la puerta que abrimos para que a través del Espíritu Santo recibamos la gracia divina y nos re-unamos con la naturaleza divina…. la deidad.
Los monjes y monjas lo llevan en la muñeca de la mano izquierda… el lado del corazón. Cuando son tonsurados, reciben del abad el cordón de oración con las siguientes palabras: “Acepta, hermano/a ……, la espada espiritual que es la palabra de Dios en el Jesús eterno, ora porque debes tener el nombre del Señor en tu alma, tus pensamientos, y tu corazón, y di siempre: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador.”
Nosotros fieles, también estamos llamados a la santidad y a orar incesantemente, por eso podemos llevar el cordón de oración en el bolsillo o rezar sin el cordón, y así nos acordaremos de rezarlo en nuestra vida cotidiana sea donde sea, esperando, caminando o en casa.