El Santo Evangelio de hoy es de San Juan 4, 5-42.
Para comprender la profundidad de esta escena, hay que saber quiénes eran los Samaritanos. Para los judíos, los Samaritanos eran unos “apestados”, una raza impura por mezclarse con las naciones que los conquistaron, mezclando el culto con los dioses paganos. Aunque el pueblo samaritano, fruto de esta mezcla, reconocía la Torá, fue despreciado por el pueblo judío.
Actualmente apenas superan el número de 600 en Tierra Santa. Fueron expulsados del judaísmo por Esdras y Nehemías - siglo V a. C.-, desde entonces no reconocen el Templo de Jerusalén y edificaron su propio santuario en el monte Garizín, cerca de Sicam, hoy Nablus; para ellos el lugar más sagrado de la tierra.
Los Samaritanos solamente aceptan a Moisés como único profeta y reconocen únicamente los cinco libros de la Torá o Pentateuco. Es el único lugar del mundo donde se sacrifican corderos según la antigua tradición judía.
Es sólo, en tiempos recientes que se ha permitido a los samaritanos casarse con mujeres no samaritanas, por tener problemas de enfermedades genéticas.
La escena en el pozo, fue MUY extraña para la época, Jesús rompió barreras:
Jesús en su camino de Jerusalén a Galilea PASA por Samaria, en cambio de
hacer una desviación por el Jordán y evitar entrar, como era usual.
Jesús dirigió la palabra a un Samaritano y “para el colmo” era una mujer.
Jesús le pidió un favor a una Samaritana, le pidió agua para beber.
Jesús al final se quedó dos días allí con ellos.
Según el Evangelio, Jesús conversa con la Samaritana; esta mujer hasta entonces desconocida, anónima, que nadie la tenía en cuenta, viene al pozo al medio día en el calor, para no encontrarse con las otras mujeres que venían muy tarde o muy temprano a coger agua del pozo…. pero Cristo la considera…. le pide agua…. habla, escucha, explica y se revela.
Para ella, Cristo no es más que un hombre extraño que pertenece a una raza enemiga y le pregunta: “¿Cómo tú... me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?”.
Cuando Jesús le habló del “don de Dios” y del “agua viva” y “el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”, empezó la Samaritana a reflexionar sobre la religión y por ello dijo: « ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados?»
Ella se preocupaba por lo material y Jesús hablaba sobre lo espiritual…. Jesús le quiere dar el conocimiento y la verdad. Y ella todavía, pensando en lo material, no entendía sobre qué agua Él decía y pidió: “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.”
A partir de este diálogo «religioso», el Señor despierta en ella la conciencia y el auto examen preguntándole acerca de su marido y de su vida privada.
“Ve, llama a tu marido, y ven acá.” Y ella dijo: “No tengo marido”; Jesús le dijo: “Bien has dicho” …… “No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido”
Y en ese momento recobró ella su vista, las palabras de Jesús tocaron la vida y su moral. Jesús pasa a ser ahora de “raza enemiga” a “un profeta”: “ Señor, me parece que tú eres profeta”.
A través de esta puerta vital –el auto conocimiento–, el Señor la dejó sentir su estado de pecado y la introdujo en el tema de la adoración en Espíritu.
La profundidad de las palabras de Jesús trajo a la memoria de la Samaritana las profecías sobre el Mesías y dijo: «Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo», y Jesús le dijo: «Yo Soy, el que te está hablando.», en manera directa Cristo se revela como el Salvador.
Ahora, cuando llegó la Samarita a la verdad por el Espíritu Santo, comprendió quien está en frente de ella:
Jesús, EL Cristo esperado y el Salvador del mundo.
Y lo magnífico es que al percatar que Jesús era el Salvador, se convirtió en su discípula y apóstol: dejó su cántaro, más bien, su vida bajo los pies del Señor y corrió a anunciar a sus compatriotas: «Vengan a ver», así dando su testimonio.
Una vez convertida, fue la primera evangelizadora que extendió la Buena Nueva por su ciudad, y muchos Samaritanos creyeron en Él a través de su palabra.
En resumen podemos decir sobre la Samaritana y Jesús:
Del pozo al martirio.
Mientras ella se preocupaba por sus necesidades materiales, lo veía como un
hombre común y hasta un enemigo;
cuando comenzó a transitar por el mundo de la religión, lo consideró como
religioso;
cuando entró en sí misma experimentando el auto conocimiento y confesando
su realidad, lo admiró como un profeta;
la Samaritana ascendió en el conocimiento de Jesús gradualmente hasta que
llegó a proclamarlo el Señor de su vida.
La anónima Samaritana se convirtió en la venerada mártir en Cristo santa Fotina = iluminada en griego o santa Svetlana = luz en ruso; ya que ella fue iluminada por Dios.
Santa Fotina comenzó a seguir a Jesucristo con el grupo de las santas mujeres. Luego de Pentecostés, acompañó a San Pedro a Roma y luego del martirio de este y del de San Pablo, siguió con su hijo José, viajando y predicando el Evangelio, con gran fruto.
Su éxito brotó una furia muy grande en Nerón. Fotina, José y las hermanas de Fotina: Ciríaca, Fótide, Parasceva, Anatolia y Thais (Fota), así como las mujeres enviadas con la hija de Nerón, Domnina, a la que convirtieron junto a sus esclavas, fueron brutalmente torturadas. Víctor, su otro hijo, hacía carrera militar en Roma y Asia Menor; al convertirse al cristianismo por su madre, Nerón montó en cólera y después de muchas torturas, todos fueron de distintas maneras martirizados.
Cristo mismo avisó en una visión a Víctor de lo que se le avecinaba y le dijo “desde hoy te llamarás Photino, porque darás luz a otros en mi nombre”.